lunes, 24 de mayo de 2010

Puñales políticos y fiesta en la calle para celebrar el bicentenario

Miles de personas acuden a la celebración del aniversario de la independencia de Argentina, mientras la clase política, encabezada por la presidenta Kirchner, empaña los festejos ausentándose de los principales actos programados. El 53% de Argentina considera que el país necesita nuevos líderes, según los sondeos.

Argentina celebra mañana su segundo centenario entre el clima de crispación de la arena política y el ambiente festivo de las calles. Esta separación entre la clase dirigente y los ciudadanos no sólo se refleja en la diferente actitud de ambos ante los fastos que se celebran desde el sábado, sino también en las encuestas que publican los distintos medios argentinos.

El pasado fin de semana, miles de argentinos asistieron al desfile militar celebrado en Buenos Aires, donde delegaciones de varios países latinoamericanos festejaron el aniversario de la revolución por la independencia argentina. Entre esa muchedumbre, sin embargo, no estaba la presidenta Cristina Fernández de Kirchner, quien se negó a asistir porque no estaba en su agenda o porque “estaba fatigada”, según recogen las distintas fuentes de los periódicos argentinos.

Tampoco asistirá a la reapertura del Teatro Colón. La apertura de una de las principales salas líricas del mundo es todo un acontecimiento en el país. Estuvo cerrada durante cuatro años y ha costado alrededor de 80 millones de euros volver a abrirla, pero no merece la asistencia de la presidenta porque acudirá el jefe de Gobierno de Buenos Aires, Mauricio Macri.

Kirchner se niega a estar en la misma habitación que Marcri desde que éste la acusara de estar detrás de la decisión judicial de procesarle, por ser “partícipe de una asociación ilícita” que espiaba a opositores. Eso fue una “catarata de agravios intolerable”, se ha justificado Kirchner.

Pero no es el único enfrentamiento político que está empañando los actos. El vicepresidente de la nación, Julio Cobos, en abierto enfrentamiento con Kirchner, no ha sido invitado a la cena de gala en la Casa Rosada, que se celebra el martes. La jefa del Estado tampoco se quiere cruzar con el arzobispo de Buenos Aires, el cardenal Jorge Bergoglio. Así que el Tedeum del bicentenario se celebrará en la basílica de Luján, mientras Bergoglio celebrará uno paralelo en la catedral de Buenos Aires, donde lanzará sus dardos habituales al Ejecutivo.

Mientras tanto, los argentinos viven festivamente los eventos, ajenos al cainísmo político que impera en el país. La desconexión con la clase política no es una situación nueva en Argentina.

Cuando la nación celebró su primer centenario, en 1910, era la octava economía del mundo, hoy no está ni entre los 50 países más ricos. Obviando lo peores sucesos vividos desde su edad dorada, con diversas y cruentas dictaduras en la segunda mitad del siglo XX, el desencanto con sus dirigentes tocó fondo con el crack económico del 2001, con el famoso corralito incluido en los desagravios.

Según un sondeo del periódico Clarín, hoy el 90% de los ciudadanos apoya la democracia. Sin embargo, el 53% considera que lo que falta en Argentina son políticos y líderes sociales, según otra encuesta de La Nación. No parece que la actitud de estos días de los dirigentes argentinos vaya a mejorar la imagen de la clase política.


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