Daniel Cohn-Bendit fue el lider de la revuelta conocida como el Mayo Francés, cuyo epicentro fue París, en Mayo de 1968. Actualmente es parlamentario en su país, con una tendencia política ecologista.
La revolución hoy… ¿qué piensa usted, están los jóvenes de hoy menos implicados en política que antes?
Es más difícil ser joven hoy que hace 40 años. En aquellos años no conocíamos el paro. Además; hace 40 años era la época de la revolución sexual, de la emancipación. No se sabía nada sobre emisiones de CO2 ni catástrofes climáticas. Y hace 40 años era posible formular cualquier locura ideológica. Unos estaban a favor de la revolución cultural china, sin importar cuántos muertos produjese. Otros a favor del sistema totalitario cubano. Éramos, y lo sigo repitiendo, prometeicos. El mundo nos pertenecía. Y estábamos en posición de cambiar el mundo. Hoy los jóvenes saben que muchas cosas simplemente no funcionan. Por eso es falso cuando alguien dice que la juventud de hoy es apolítica. Es diferente. Son más sensatos, en parte temerosos, pero no menos implicados en política.
¿Pero cómo se muestra hoy la politización de los jóvenes?
Hoy hay muchos jóvenes que se vuelven contra la globalización, por ejemplo, desde ONG u organizaciones pro-Derechos Humanos. La diferencia es que todo esto no forma parte de un proyecto político mayor, correcto o absurdo. Una parte de ellos se rebela, claro.
¿Entonces puede decirse que la Revolución hoy está institucionalizada?
No, no se puede. Tampoco hubo realmente ninguna revolución. Fue una revuelta. Hoy, la revuelta se manifiesta de otras maneras. Es más compleja, con más estratos, y no se deja unificar. Esto hace más difícil que sea tenida en cuenta.
¿Cuál piensa que es la meta de la revuelta actual? El gran cambio por la libertad personal ya lo culminó su generación, ¿qué queda para la de ahora?
Está la revuelta contra la globalización, en la que la meta es evidente. Las manifestaciones contra el G-8 han demostrado que se va contra la injusticia. Hay una revuelta contra la destrucción ecológica del planeta. Pero también está el intento de protegerse contra una sociedad centrada en el rendimiento, que básicamente sólo ofrece someterse al trabajo o quedarse sin él. Incluso entre aquellos que disfrutan de un alto nivel de vida, la presión de la sociedad del trabajo es tan alta que algunos sólo la soportan a duras penas. Por ello, muchos jóvenes se escaquean de la competición. Esto se les reprocha en muchas ocasiones. Puede que no esté articulado políticamente, pero tiene unos efectos sociales y políticos.
Pero no como los de hace 40 años
Tendríamos que acabar con las comparaciones de hace cuarenta años. El 68 ya pasó, fini, passé. Fue genial para los que lo vivieron, pero ahora ya ha pasado. Tenemos otro mundo, otra sociedad. El 68 cambió el mundo, pero ahora hay que enfrentarse al mundo actual y no volver la vista siempre atrás.
¿Qué es lo que más ha cambiado para usted en los últimos 40 años?
Que tengo 40 años más. Eso ya es decisivo. Hoy ya no soy un joven desconocido más, sino alguien con una historia política, integrado en un sistema político.
¿Cuál cree usted, por experiencia, que es la manera más eficiente de cambiar algo, a través del sistema o contra el sistema?
Tanto una como la otra. Los movimientos sociales cambian el clima de una sociedad. Pero estos cambios acaban decidiéndose en el interior del sistema. Eso lleva tiempo.
¿En qué aspecto cree usted que hicieron más?
Dimos el impulso decisivo para que la autonomía de los individuos y los colectivos fuera reconocida como hoy lo es, y que el Estado tuviese que renunciar a decidir cómo debe vivir uno.
¿Cree que hay una identidad europea?
Sí, 1968 fue ya un movimiento europeo. Aunque movilizados por diferentes motivos, se dio en muchas partes de Europa. Y esta rebelión antiautoritaria en toda Europa ha creado una nueva forma de sociedad. Hoy estamos de camino hacia una identidad común.
Fuente: CafeBabel.es
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