Interés General
La adquisición de la nacionalidad francesa fue siempre motivo de grandes debates, dadas ciertas particularidades del derecho francés. Éste fue combinando, a través del tiempo y en proporción variable, el derecho de suelo (por nacimiento en territorio francés) con el derecho de sangre (por filiación, es decir, de padre francés). Las distintas épocas de la historia nos fueron proporcionando ese cóctel sutil.
En la Edad Media predomina el derecho de suelo; pero bajo la influencia del derecho romano, el derecho de sangre comienza poco a poco a ganar su lugar y de esa manera, el niño nacido en un país extranjero, pero de padre francés, es considerado ciudadano francés “si ha conservado el espíritu de retorno y vuelve al reino con la intención de fijarse en él de manera estable”, dicen los textos.
Con la Revolución Francesa, el derecho de suelo retoma fuerza, un hecho normal para la concepción revolucionaria, según la cual la pertenencia a la nación es el resultado de un acto voluntario. La Constitución girondina de 1793 resuelve otorgar la ciudadanía francesa a quien cumplimente la única condición de haber residido un año en el territorio.
El Código Civil de Napoleón de 1804, retomará la transmisión de la calidad de francés por filiación; instaurando el derecho a la nacionalidad como un derecho de la persona, pero ese derecho es privativo del hombre y se contruye en detrimento de la mujer, quien hasta el año 1927, deberá tomar la nacionalidad de su esposo.
Según el sociólogo Patrick Weil, las políticas aplicadas en materia de nacionalidad francesa han sido motivo de constantes enfrentamientos políticos y jurídicos. Desde la Revolución, Francia ha modificado su derecho como ninguna otra nación.
A partir de la ley del 30 de diciembre de 1993, modificada en marzo de 1998, y hasta nuestros días, es francés un niño nacido en Francia, del cual uno de los dos padres, al menos, también sea nacido en Francia.
Por otro lado, según la ley del 16 de marzo de 1998, la nacionalidad francesa se adquiere en pleno derecho a los 18 años, para los hijos, nacidos en Francia a partir del 1º de septiembre de 1980, de padres extranjeros, con la condición de estar residiendo en Francia al cumplir la mayoría de edad, y de haber residido cinco años, como mínimo, desde la edad de 11 años. Igualmente, a los 16 años, los jóvenes nacidos y residentes en Francia, pueden anticipar la adquisición de la nacionalidad, presentando una declaración en un tribunal de instancias.
De la misma manera, se puede obtener la nacionalidad por matrimonio o por pedido de naturalización, trámite a efectuarse en la Prefectura de su departamento de residencia.
El extranjero que contrae matrimonio con un cónyuge de nacionalidad francesa puede naturalizarse después de 2 años de matrimonio, y con la justificación de conocer suficientemente la lengua francesa.
En la solicitud de naturalización, para la autoridad pública se deben cumplir las siguientes condiciones:
- ser mayor de edad
- residir en Francia con visado de residencia
- estar integrado a la sociedad francesa
- no tener antecedentes penales
No obstante, la naturalización no es un derecho, ya que puede ser rechazada por las autoridades competentes, aún cuando se han reunido y cumplido todos los requisitos. En los hechos, el 80% de las solicitudes tienen una respuesta positiva. En 2005 el número de adquisiciones de nacionalidad llegó a 155.000, alcanzando la cifra de un millón de nuevos ciudadanos, a partir del año 1999.
Por otra parte, el derecho francés no impone como condición previa a la obtención de la nacionalidad francesa, la renuncia a la nacionalidad de origen.
Sin embargo, y ante las modificaciones constantes que se han ido sucediendo, nada permite pensar que todas estas disposiciones seguirán en vigor eternamente.